Las torrijas son sin duda el dulce estrella de estas fechas de Semana Santa y Cuaresma. Su éxito es incuestionable y gracias a la aparente facilidad de su elaboración, a la sencillez de sus ingredientes y sobre todo a lo increíblemente ricas que están, se consumen a lo largo y ancho de toda España. Nosotros os presentamos algunas de las mejores de Madrid, sin olvidarnos tampoco de los churros de Pascua.
Bien preparadas, nos permiten disfrutar de una masa suave y jugosa que prácticamente se deshace en la boca, dejando en nuestro paladar sabores tan evocadores y reconfortantes como la canela, el azúcar, la leche y el limón. Pero llegar a conseguir la textura de la torrija y ese sabor no es tan fácil, como nos cuenta Moncho López de Levaduramadre Natural Bakery, que nos explica alguno de sus secretos.
Parece ser que la torrija nació en el siglo XV en un convento y desde entonces quedó muy ligada a la Semana Santa y la Cuaresma, porque precisamente en un periodo en el que los católicos no podían consumir carne, su apariencia se asemejaba bastante a la de la carne asada: “Era un plato de aprovechamiento que en sus orígenes se preparaba con el pan duro que quedaba en las casas, pero hace mucho tiempo que las cosas cambiaron. Actualmente casi todo el mundo prepara las torrijas con un pan creado para tal fin, porque quedan muchísimo más cremosas, no se rompen tanto y están mucho más buenas” – nos dice Moncho.
Se trata de panes que suelen estar enriquecidos con otros ingredientes diferentes a los que se encuentran en el pan tradicional: “Nosotros le añadimos leche, huevos y azúcar para que quede sabroso y cargado de sabor, y además hacemos ese pan con una cierta consistencia porque para preparar la torrija hay que cortarla, empaparla, rebozarla, freírla… y la rebanada de pan debe quedar entera al terminar todos estos pasos”.
En las pastelerías podemos encontrar cientos de variedades de torrijas, pero Moncho nos explica la receta tradicional de Levaduramadre: “Se cortan rebanadas de unos dos centímetros de grosor y las sumergimos en una infusión a base de leche, canela, azúcar y un toque de miel, que hemos preparado y dejado enfriar previamente. Una vez que están bien bañadas, las rebozamos con huevo y las freímos. Para acabar, hacemos un jarabe con lo que ha quedado de la leche y bañamos la torrija cuando ya se ha enfriado… y listo, el resultado es una torrija de toda la vida, como la que podrías comerte en casa de tu abuela”.