Senderismo, buceo, snorkel, escalada, saltos desde acantilados, BTT o kayak son algunos de los planes deportivos que ofrece la isla blanca para vivir experiencias en entornos únicos de incomparable belleza. Todo ello se puede hacer desde Can Lluc, un establecimiento situado en el corazón de Ibiza con una situación ideal como punto de partida para realizar todo tipo de disciplinas deportivas. www.canlluc.com
La Ibiza rural y los parajes más recónditos pueden ser el escenario perfecto para la práctica deportiva. Su clima y su magia invitan a disfrutar de la isla blanca por tierra, mar y aire. Por ello Ibiza suma cada año nuevos adeptos al descubrir las posibilidades que ofrece la isla como territorio de primer orden para el deporte. Una buena base de operaciones es Can Lluc Hotel Rural, ubicado a menos de 15 minutos de cualquier puerto.

Ibiza es mucho más que playas de arena blanca y puestas de sol, también cuenta con espectaculares parajes naturales, abruptos acantilados, montañas de pinos (de ahí su nombre, Pitiusa) y bonitos pueblos de interior. Nada mejor que conocerlos a fondo practicando deporte, ya sea senderismo, escalada de acantilados y saltos al mar, inmersiones, buceo, kayak bordeando la costa o rutas en bicicleta.

Además, es una isla con una oferta gastronómica que se degusta con los cinco sentidos, en un mundo único de sabores con productos de la tierra como el cordero o el pescado, variadas propuestas de cocina internacional y exquisitos caldos de las bodegas ibicencas. Muchos restaurantes cuentan con el distintivo “Sabors d’Eivissa” que identifica al establecimiento, apostando por los productos y sabores de Ibiza como base de su cocina. Entre los platos de la gastronomía ibicenca destacan el famoso “bullit de peix”, la ensalada de “crostes”, el “sofrit pagès” o el delicioso “flaó”.

Además de sumergirse en la Ibiza más auténtica, Can Lluc Hotel Rural invita a disfrutar una estancia íntima en un entorno natural con sus más de 2.000 parras rodeado de pinos, higueras, algarrobos y olivos milenarios. Un reducto en el que predomina el slow life y que se alza como uno de los lugares más exclusivos de la isla con más de 200 años de historia, donde experimentar la filosofía de la isla blanca sin renunciar al relax de un hotel rural.